CANELA Y ESTRATEGIA
Dice la historia y la leyenda, que Marco Polo viajó al lejano oriente a traer canela, y que con ese hecho cambió la historia de occidente. Lo que Marco Polo trajo del lejano oriente fue algo más importante que la canela: fueron los libros de estrategia diplomática, de espías, de servicios secretos y de tácticas militares que los chinos habían desarrollado durante siglos en las luchas entre los distintos reinos. Describir esas tácticas de estrategia escapa a la finalidad de este trabajo, pero vale la pena nombrar algunas que serían determinantes en nuestro destino de América: “divide y triunfarás”, “apoyar al débil para debilitar al fuerte”, “dejar una puerta abierta para que escape el enemigo”, y la del “súbdito ofendido” o la “diplomacia del marinero herido”, entre otras.
Venecia era una región rodeada de agua y fácilmente defendible. Una minoría veneciana, que detentaba el poder y dominaba financieramente a toda Venecia, se cuidaría muy bien de dar a conocer esas tácticas de estrategia que en cambio usaría para prevalecer ante vecinos y enemigos. Fomentando la intriga y discordia entre ellos, apoyaba al más débil para debilitar al más fuerte, y luego prevalecer sobre ambos. Sentados en un banco propio, en “la plaza pública”, hacían sus negocios financieros y oficiaban de prestamistas y usureros; de ahí el término “banco” para las entidades financieras. Cuando no tenían más crédito, simplemente se retiraban sin pagar, rompiendo el banco, y de ahí el término “quebró la banca”.
Como Venecia les quedara chica se trasladaron a Ámsterdam, ciudad enclavada en una región de similares características pero mejor ubicada que Venecia, donde fundaron un imperio financiero. Cuando Ámsterdam no les fue suficiente, hacia el siglo XIII emigraron a Londres, donde se reunían, ya no al aire libre de “la plaza”, sino en un bar de Londres llamado Lloyd, que daría el nombre a sus empresas financieras y de seguros. Contaban con una agencia de servicios secretos, cuando aún América no tenía ni miras de ser descubierta. Así fue como, al decir de Jauretche, los venecianos pasaron a ser “los ingleses de los ingleses”.
La geografía de Inglaterra le daba ciertas y claras ventajas. La comunicación entre cualquier punto era facilitada por la proximidad a la costa, y el hecho de ser una isla les daba la protección natural contra cualquier ataque enemigo. Prácticamente no necesitaba ejército, porque con sólo una buena armada le era suficiente. Francia en cambio, por citar un ejemplo, además de su armada, debía mantener un poderoso ejército para defender sus fronteras terrestres. La ocupación de Gibraltar (1704), obligaba a Francia a mantener dos flotas, una en el Mediterráneo y otra en el Atlántico. Así se convirtió Inglaterra en el árbitro de Europa y comenzó a prevalecer sobre las naciones europeas. Esta técnica de apoyar al débil para debilitar al fuerte tiene muchos ejemplos en la historia de Inglaterra, como su alianza con Holanda para desplazar a los portugueses de la India, obteniendo de paso ventajas en las colonias holandesas, y aliarse después a los portugueses para desplazar a los holandeses, obteniendo de ese modo ventajas en las colonias portuguesas. Los franceses también fomentaban y aprovechaban las rivalidades internas en otros países, para obtener beneficios. Podemos citar como ejemplo a la India, que pasó de ser un país con industria textil, a un país agrario donde morían de hambre millones de personas: cinco millones entre 1850 y 1875 y quince millones entre 1875 y 1900. Como en otras latitudes, los ingleses restringen en la India la navegación y la construcción naval. Romesh Dutt dirá que “en verdad la humedad de la india bendice y fertiliza otras tierras”. Según Digby, “el tesoro extraído por los británicos entre la batallas de Plasey y Waterloo oscila entre quinientos mil millones y un billón de libras esterlinas”. No vale la pena hablar del oro y la riqueza del mundo que están en el museo de Inglaterra.
Los ingleses contrabandeaban opio de la India a China, y como el emperador restringió el tráfico, los ingleses inician las tres “guerras del opio” (1842, 1856 y 1858) apoyados por otras potencias. Con la derrota de China, Inglaterra obtuvo la apertura de los puertos al comercio inglés y se queda en posesión de Hong Kong. Algo parecido a la guerra del opio sería la “guerra del guano”: una compañía inglesa con sede en Santiago de Chile explotaba el guano en las costas de Bolivia y Perú. Como éstas pretendieron aumentar los impuestos al guano, Inglaterra armó una guerra que dejó a Bolivia sin costa y sin guano, y a ambas con menor territorio. Ejemplos como los anteriores podemos ver en distintas partes del globo y en distintas épocas. Para apoyo de su flota, Inglaterra se posesiona de territorios de ultramar: Gibraltar (1704), El Cabo (1795) Ceylan (1796), Malta (1800), Buenos Aires (1806), Mauricio (1810), Singapur (1819), Malvinas (1833), Adén (1839), Hong Kong (1842), Chipre (1878) entre otros. También el gobierno inglés se quedará con el canal de Suez acortando las rutas marítimas, y siendo éste para buques a vapor, terminará con la competencia de la navegación a vela. Y todo esto con la injerencia del estado británico. También se quedará con gran parte del Canadá francés. (1)
(1) Castagnino Leonardo. "Guerra del Paraguay. La Triple Alianza contra los Países de Plata". Ed. La Gazeta Federal. Bs.As. 2° edición. 2012.
LA CUNA DE LA CIVILIZACIÓN
Otro mito es el que sostiene que Inglaterra fue la cuna de la civilización. Cuando los griegos eran el centro de la civilización, Inglaterra no existía, y cuando Roma era un imperio, los sajones eran los “bárbaros”. Fueron los italianos los que desarrollaron muchos inventos de la época y las tinturas de los tejidos que se usaban en la tela inglesa, eran alemanas. Los españoles fueron los que aplicaron tres elementos fundamentales traídos del lejano oriente: la brújula, el timón y la vela latina. La primitiva navegación era costera. Los barcos se guiaban por las estrellas, con sus dificultades, y el impulso y la maniobra eran a remo. La vela cuadrada posibilitaba usar el impulso del viento solamente cuando éste era de popa. La aplicación del timón y la vela latina, aportó la ventaja de usar el impulso aun con viento de proa, y prescindiendo del impulso a remo, les posibilitó también emplear cascos más altos y de mayor capacidad. Nacía así la navegación de ultramar, que entre otras cosas, permitiría a los españoles llevar a cabo el descubrimiento de América. A pesar de todo eso, Sarmiento dirá que “los españoles no somos industriales ni navegantes”.
La colonización mental traída por “los hombres de la luces”, como Rivadavia, nos hizo creer que los franceses y los ingleses eran la cuna de la cultura, mientras que la nuestra, heredada de los brutos españoles era la “barbarie”. El mismo Sarmiento dice que el interior es un país bárbaro, donde "no se encuentra una levita ni una montura inglesa”, y muchos de nuestros “iluminados” viajaban a Europa a importar teorías que nos sacaran de la barbarie y del atraso. Sin embargo España heredó su cultura de los romanos y la enriqueció con la cultura también milenaria de los árabes durante la dominación de España, mientras en Inglaterra todavía andaban a los garrotazos. En la época de los romanos, los sajones eran parte de los pueblos bárbaros, y para el siglo XIII no tenían ninguna universidad, mientras que en España había doce. Dicho sea de paso, la primera Universidad data de mediados del siglo XI en Bolonia, Italia, de cuya nacionalidad tenemos tantos inmigrantes que Sarmiento despreciaba. También los italianos inventaron el reloj como máquina astronómica en 1350 (los hermanos Dondi, de Papua) y el inventor de la máquina de vapor, Sarvey, contó con los antecedentes de italianos, alemanes y franceses. En el siglo XVI los ingleses adquirieron barcos del Báltico, que estaban más adelantados, para usarlos de modelo y fabricar los propios, más grandes y mejor equipados, con cañones de hierro, más económicos y eficientes que los de bronce. La batalla de Trafalgar, mal tiempo de por medio, haría caer a “La armada invencible” y cambiaría el rumbo de la historia. Los ingleses dominarán los mares y se harán dueños del transporte y el comercio mundial. Pero de ahí al concepto de “cuna de la cultura” hay mucho para decir.
(1) Castagnino Leonardo. "Guerra del Paraguay. La Triple Alianza contra los Países de Plata". Ed. La Gazeta Federal. Bs.As. 2° edición. 2012
EL DOGMA DEL LIBRE COMERCIO
El dogma del libre comercio no fue aplicado en un principio por los ingleses, sino hasta después de estar ellos mismos en posibilidad preponderante de beneficiarse de él. En principio Inglaterra aplicaba en su reino una política absolutamente proteccionista. Traía tecnología de la Europa continental, pero estaba prohibida la difusión de la propia. Importaba ejemplares ovinos para mejorar sus propios planteles, pero tenía absolutamente prohibido exportar los suyos. Exportaba tejidos de lana, pero estaba prohibido importarlos. En defensa de su incipiente industria textil, en Inglaterra estaba prohibido exportar lana cruda y el solo hecho de esquilar ovejas cerca de la costa, era considerado sospecha de contrabando, y castigado con severas penas. El gobierno fue tan intervencionista que dictó leyes obligando a ir a la iglesia con sombrero de paño inglés, y usar mortajas de tela.
Sobre la base del proteccionismo, Inglaterra desarrolla su industria hasta igualar o superar a los demás países, y favorecida por el uso del carbón y la máquina de vapor, aumentó enormemente su producción, superando a sus competidores. Su flota naval era dueña de los mares, lo que le daba ventajas para transporte de manufacturas y materias primas. Con presencia de agentes en gran cantidad de puertos en el mundo, era la potencia comercial preponderante. Entonces si, afianzada su preponderancia industrial y comercial, comenzó su prédica o imposición de su "teoría del libre comercio" instalándolo como un "dogma de progreso".
Mientras tanto Estados Unidos, productor de materias primas e importador de manufacturas, se debatía entre el norte industrial y el sur exportador de materias primas, sobre si convenía o no el libre comercio. El norte, de incipiente desarrollo industrial, pretendía una política proteccionista, en contraposición al sur. Esto desencadenó la guerra civil, en la que, como era de esperar, Inglaterra apoyaba al sur librecambista. Ganada la guerra civil por el norte, paulatinamente comenzó a aplicar aranceles a la importación de manufacturas, tanto a las mercaderías como a su transporte en buques de bandera extrajera, lo que produjo en gran impulso a la industria, incluido el desarrollo naval.
Inglaterra, que había crecido siendo proteccionista, ahora predicaba el dogma del libre comercio, pero los yanquis necesitaban primero el proteccionismo hasta llegar a su propio desarrollo: "No sé acerca de aranceles -decía Abraham Lincoln- pero lo que sé muy bien es que cuando compramos bienes manufacturados a los extranjeros, nosotros nos quedamos con los productos y ellos con el dinero. Cuando compramos productos nacionales nos quedamos con ambas cosas". El General Ulises Grant, vencedor en la guerra del norte industrial contra el sur esclavista, y luego presidente de los Estados Unidos, respondiendo a las presiones británicas por el libre comercio, respondía en 1875: "Dentro de doscientos años, cuando hayamos obtenido del proteccionismo todo lo que nos puede ofrecer, también nosotros adoptaremos la libertad de comercio".
Mientras tanto en el Río de la Plata (y en toda Hispanoamérica) se imponía el libre comercio. "Las mercaderías inglesas se han hecho hoy artículos de primera necesidad en las clases bajas de Sudamérica. El gaucho se viste en todas partes con ellas. Tómese las piezas de su ropa, examínese todo lo que lo queráis y exceptuando lo que sea de cuero ¿Qué cosa habrá que no sea inglesa? Si su mujer tiene pollera, hay diez probabilidades en una de que será manufactura de Manchester, la caldera u olla en que cocina su comida, la taza de loza ordinaria en la que come, su cuchillo, sus espuelas, el freno, el poncho que lo cubre, todo son efectos llevados de Inglaterra". (1)
Veintiséis años de liberalismo económico habían producido el efecto imaginable. En 1825, época de Rivadavia, las exportaciones -cueros, carne salada, sebo-, totalizaban cinco millones de pesos fuertes, mientras las importaciones -tejidos, alcoholes, harinas-, sumaban algo más de ocho millones, la mitad provenientes de Gran Bretaña. La diferencia entre los ocho millones importados con los cinco exportados se cubría en metálico. Claro está que eso producía un drenaje continuo de oro y plata; en barras metálicas solamente, salieron del país en 1822 por valor de 1.350.000 pesos fuertes, pagados principalmente por las provincias del interior que carecían de productos para exportar. Debe tenerse en cuenta también, que el valor de las importaciones no revela su volumen real, pues las mercaderías inglesas se vendían a bajo precio con el objeto de liquidar totalmente la competencia autóctona. "Dudamos muchísimo -dirán los hermanos Robertson- que la mercadería enviada a Sud América haya producido a sus cargadores ganancias adecuadas".
No es la industria manufacturera la única riqueza autóctona que fue barrida por el empuje extranjero. Las harinas de Río Grande y de Norteamérica desalojaron también a sus similares criollas. Parish nos dice cómo la harina yanqui se vende en Buenos Aires a 10 reales la arroba a fin de desalojar la mendocina (2), cuyo precio, debido al transporte por tierra, no podía ser inferior a 11 ó 12 reales. Lo mismo sucedía con el vino o los alcoholes cuyanos, o con el azúcar que el obispo Colombres industrializara en 1821 por vía de ensayo. En 1816, según cuenta Álvarez (3), los viñateros de Cuyo se presentaron al Director de las Provincias Unidas solicitando la prohibición de importar caldos extranjeros porque "ni les era posible disminuir los gastos hasta la plaza de Buenos Aires, ni con tales gastos podría hacerse competencia a los productos similares a los del interior". En la sesión del Congreso Nacional del 19 de mayo de 1817 se daba cuenta de una petición semejante del Cabildo de Mendoza, pero todo inútilmente, pues la política de la libertad de comercio era sostenida en aquellos años con todo el fervor que merecía un dogma liberal. Las Heras, al abrir el Congreso del 24, en oficio del 16 de diciembre de ese año colocaba el librecambio junto a los más sagrados derechos individuales: "Al lado de la seguridad individual, de la libertad de pensamiento, de la inviolabilidad de la propiedad, poned señores -decía- la libre concurrencia de la industria de todos los hombres en el territorio de las Provincias Unidas".
A esto hay que agregar los efectos de los empréstitos y el control financiero operado por el Banco Nacional dominado por accionistas ingleses.
Juan Manuel de Rosas, a partir de la Ley de Aduanas de 1835, impuso aranceles a la importación de manufacturas, lo que incentivaba y protegía la incipiente industria del interior, en particular los textiles.
(1) Woodbine Parish, cónsul inglés, 1825.
(2)Mendoza era el gran centro harinero de la época.
(3) Álvarez, J. Estudio sobre las guerras civiles argentinas, p.115.
INVASIONES INGLESAS
Todos conocemos en mayor o menor medida las invasiones inglesas de 1806 y 1807, pero no eran las primeras, ni serían las últimas. La prosperidad inglesa se había fortalecido con la colaboración de piratas armados por la corona, que saqueaban y robaban en todo el mundo, como Francis Drake, por ejemplo. Durante la ocupación española de América, ya los ingleses habían comenzado a rivalizar con los españoles por el control de las regiones descubiertas. En 1763 Inglaterra acuerda una alianza con Portugal mediante el tratado de Methuen. Esto le posibilitaba aprovisionarse en cualquier puerto lusitano del mundo, a la vez que le permitió intensificar su más antigua forma de comerciar: el contrabando en las regiones en que le estaba vedado el comercio.
A comienzos de enero de 1763, Inglaterra inicia el ataque a Colonia del Sacramento, pero fracasa. El Comandante inglés era John Mac Namara, y perece en el ataque. En esa época, la zona era parte integrante de la Gobernación de Buenos Aires e integraba el Virreinato del Perú. Dicha Gobernación estaba a cargo de Don Pedro de Cevallos.
El 10 de diciembre de 1769, el Capitán Antonio Hunt, comunica a Ruiz Puente, quien fuera Gobernador español de Malvinas, que había ocupado el archipiélago en nombre de su Majestad Británica, estableciéndose en Puerto Egmont. Enterados de la situación en Buenos Aires, se envía desde aquí al Mayor General Juan Ignacio Madariaga con la misión de recuperar Puerto Egmont, obteniendo la rendición inglesa el 1° de julio de 1770. En 1788 los ingleses ocupan la Isla de los Estados. En 1790 son expulsados de la Isla Grande de la Tierra del Fuego, y recién para 1791 lo son de la Isla de los Estados, por orden directa del Virrey Loreto. El tratado del Escorial ya había sido firmado en 1790, por el cual se prohibía a los ingleses navegar y pescar a menos de 10 leguas de tierras españolas, y establecerse en ellas.
En abril de 1806 parte del Cabo de Buena Esperanza, una escuadra naval compuesta por cinco navíos de guerra e igual cantidad de buques de transporte, todos con bandera inglesa a las órdenes del Comodoro Home Popham; las tropas que transportaban se encontraban al mando del Brigadier William Carr Beresford. Antes de partir, los jefes de la expedición habían convenido en distribuir como “buena presa” los caudales que esperaban encontrar según informes recibidos a través de un escocés llamado Russel, que viajaba como pasajero en una goleta de bandera portuguesa. El 25 de junio los ingleses desembarcan en Quilmes y ocupan la ciudad de Buenos Aires con poca resistencia. Se establecen los términos de la capitulación en la que los británicos exigen la entrega de los caudales reales; pero estos habían sido enviados a Luján por orden del Virrey. El 5 de julio el tesoro retornó a Buenos Aires, y doce días más tarde la fragata Narcissus zarpa hacia la Gran Bretaña con su valiosa carga. El 12 de septiembre el tesoro llegó a Portsmouth, y en ocho enormes carros -cada uno llevando 5 toneladas de pesos plata-, partió hacia Londres. Allí se lo recibió con un enorme júbilo, y es depositado en el Banco de Inglaterra para su posterior distribución. Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, Buenos Aires había sido reconquistada por el pueblo al mando del entonces Capitán de Navío Don Santiago de Liniers. En 1808 los participantes de la invasión, por fallo de las autoridades inglesas, se repartieron el botín de 296.187 libras, 3 chelines y 2 peniques.
En 1807 los ingleses envían un nuevo contingente militar. La población de Buenos Aires, enterada de la presencia de una poderosa flota inglesa que se apodera de Montevideo y Colonia, se apresta para la defensa. Para fin de junio de 1807 los ingleses tiran anclas en la Ensenada de Barragán, y el 1° de julio comienzan a movilizarse hacia la Capital. En principio los criollos no pueden detener el avance inglés hacia Buenos Aires, pero en la ciudad, la resistencia de todos sus habitantes hace capitular al ejército inglés al mando de John Whitelocke, el 7 de julio de 1807. El fracaso militar sufrido en el Plata los obligaría a replantear la táctica; cambiarían la ocupación militar por la colonización económica y cultural. Para eso, apoyarían la independencia americana del dominio español.
"América española es libre y si sabemos actuar con habilidad será nuestra"… "La cosa está hecha, el clavo está puesto. Hispanoamérica es libre y si nosotros no gobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa". (1) "Es una política estrecha mirar a este o el otro país como destinados a ser los perpetuos aliados o los eternos enemigos de Inglaterra. No tenemos perpetuos aliados ni eternos enemigos. Nuestros intereses son lo perpetuo y lo eterno.” (2)
Con la aparición de la máquina a vapor - segunda mitad del siglo XVIII-, la industria inglesa se convertiría en una potencia; a mediados del siglo XIX Inglaterra -país rico en hierro y carbón- ya producía más hierro que la totalidad del resto del mundo. En todo tiempo, el desarrollo industrial requirió de manera imprescindible ser abastecido de materias primas, y a su vez, tener mercados donde colocar sus excedentes. De cortarse esa cadena, cualquier país cuya economía se asienta sobre la industria, quedaría irremediablemente en ruinas. Por eso Inglaterra, un país en pleno desarrollo industrial, no podía permitir una alteración del statu quo mundial en sus colonias, de las cuales siempre extrajo las materias primas para abastecerse y abastecer su industria. ¿Qué sería de Inglaterra si se detuviera esa máquina? ¿Cómo haría para alimentar a toda esa masa de obreros volcados a la producción industrial?
Entre 1860 y 1865 se produce la Guerra de Secesión en Estados Unidos y el norte industrial bloquea el Sur, para impedir la salida de algodón del país. La situación produjo una paralización de las fábricas inglesas entre 1861 y 1862, que fue un dramático aviso del futuro que le esperaba a la nación que había suplantado los cañones por las máquinas de hilados. ¿Qué le pasaría a un país que exportaba el setenta por ciento de su producción industrial? El dominio inglés era puesto a prueba casi simultáneamente en todas partes del mundo. Las fechas coinciden. En 1845 se produce la agresión anglo-francesa al Río de la Plata intentando la libre navegación de los ríos; a partir de 1848, y durante veinte años en China; en 1857 se producen levantamientos libertarios en la India, con violentísimas represiones por parte de los ingleses; también ocurre en Persia en 1857 y 1858. La acompañan otras potencias, como Francia en China y en el Río de la Plata. El mantenimiento del sistema comercial mundial era fundamental para Inglaterra, y precisamente Paraguay, un país chico y desconocido, con su desarrollo, su autonomía y su política de no tomar empréstitos, desafiaba romper ese equilibrio. Los ingleses, desde su punto de vista imperialista, comercial, violento y falto de ética, veían claramente que necesitaban sacar la pieza que trababa su máquina, que motivó la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay. (3)
Brasil no era inmune al comercio inglés y a los empréstitos. A partir de 1850, a través de sus empresas, Inglaterra monopoliza la comercialización del café, y el treinta por ciento de las exportaciones brasileñas se hacían a través de Inglaterra. Algo similar sucede con la minería y casi la totalidad de los servicios públicos estaban en manos de empresas inglesas. Los negocios financieros se repartían entre la casa Baring y los Rothschild a través del testaferro Irineo Evangelista de Souza, barón de Mauá. Desde 1825 hasta 1865 los empréstitos ingleses al Brasil suman casi dieciocho millones de libras, y entre 1865 y 1870 se adicionaron otros veinte millones más. Mientras tanto en Argentina, hasta 1872 se colocan empréstitos por veintisiete millones y en Uruguay por valor de tres millones y medio.
Para 1864 Brasil sufría una gran crisis económica, pero la llegada de los empréstitos creaba una falsa ilusión de progreso. León Pomer en "La Guerra del Paraguay" lo enuncia bien: "La guerra contra el tirano López imprimió gran actividad al comercio y a todas las industrias, puestas a contribuir para proveer las múltiples necesidades de tres ejércitos, que luchaban tan distanciados de su gran centro de recursos, la ciudad de Buenos Aires", y citando a Agote, dice que el ingreso de divisas en Argentina "dio un movimiento extraordinario al comercio e industria, haciendo subir el valor de los productos del país y estimulando una fuerte importación de mercaderías extranjeras". Esas divisas no ingresaban para fortalecer genuinamente la industria, sino más bien para estimular el comercio y los negocios de los que se convertirían en nuevos ricos como especuladores y proveedores del ejército. Ese falso progreso que sirvió momentáneamente para sacar de la calle a desocupados, se fue desmoronando durante la guerra y se convirtió en una franca bancarrota en la postguerra.
En contraste, Paraguay termina la guerra sin deudas y sin tomar empréstito de nadie. Con la guerra del Paraguay, Inglaterra no sólo consigue terminar con el mal ejemplo paraguayo, sino que toma el control financiero de los aliados mediante nuevos empréstitos. El representante inglés Edward Thornton, luego de entrevistarse con Pedro II en Uruguayana en septiembre de 1865, dice con ironía en un breve discurso que "aumenta mi satisfacción y es prueba de que la política de Brasil continuará inspirándose en un espíritu de armonía, justa y digna en sus relaciones con los demás pueblos".
"Hay en Europa seis grandes poderes: Inglaterra, Francia, Rusia, Austria, Prusia y Baring Brothers" (4). (5)
(1) George Canning, Primer Ministro Inglés.
(2) Declaraciones de Lord Palmerston en el parlamento inglés durante el bloqueo anglo-francés al Río de la Plata, 1848.
(3) Castagnino L. "Guerra del Paraguay. La Triple Alianza contra los países del Plata" Edic. La Gazeta Federal. Bs.As. 2° edición. 2012.
(4) Duque de Richelieu.
(5) Castagnino Leonardo. "Guerra del Paraguay. La Triple Alianza contra los Países de Plata". Ed. . 2° edición. 2012.
PROYECTO INGLES PARA HUMILLAR A ESPAÑA (1711)
En 1711 en Inglaterra se concibió un proyecto para intervenir en América (publicado en 1739) titulado "Un proyecto para humillar a España", y cuya autoría se atribuye a "una persona distinguida".
El autor, haciendo gala de conocer la región del Río de la Plata, proponía "Enviar a principios de octubre venidero (1711), ocho buques de guerra con cinco o seis transportes, los que muy bien podrán llevar 2.500 hombres listos para desembarcar en cualquier momento, para atacar, o más bien para apoderarse de Buenos Aires, ubicada en el Río de la Plata" afirmando que estaba "convencido que no se defenderá, o a lo sumo, lo hará muy débilmente frente a tal fuerza, pues si solo propusiera el saqueo, no dudo se podrá hacer con 400 filibusteros. Pero lejos de mí formular tan baja empresa; al contrario, tan pronto está en nuestras manos, recomiendo se fortifique del mejor modo que el país permita, pues allá no hay piedra, y los españoles haraganes jamás han fabricado un ladrillo".
El autor anónimo continúa haciendo una detallada descripción de la ubicación de Buenos Aires y de sus habitantes, afirmando que "la fertilidad de ese país es increíble, pues sus llanuras, que son las mayores del mundo, tan cubiertas están de ganados de todas clases, que debe verse para creerlo".
Describe también la región interior, y concluye "será obvio a cualquiera, que si nos podemos instalar en Buenos Aires, los españoles se encontrarán en la absoluta necesidad de abrir con nosotros un comercio; más aún, está en nuestro poder imponerles las condiciones que queramos..." (Bernardo Lozier Almazán, William Carr Beresford. Gobernador de Buenos Aires).
Dos años más tarde de la formulación de aquel plan de 1711, John Pullen, gobernador de Bermudas, en carta a Robert Harley, conde de Oxford, vierte muchos conceptos del plan, y en un párrafo sostenía que "todo hombre de entendimiento debe confesar que la Gran Bretaña no puede fundar un establecimiento en parte alguna de la faz de la tierra, de donde razonablemente pueda obtener tantas ventajas como uno situado en el Río de la Plata". (Idem)
El plan, postergado por diversos acontecimientos, no fue abandonado, y tomó vigencia nuevamente cuando Francisco de Miranda llega a Inglaterra con el propósito de emancipar América de España, con ayuda inglesa.
En 1806 y 1807 fueron derrotados y humillados en Buenos Aires, pero al final, con otros medios, se salieron con la suya.
LEONARDO CASTAGNINO, oriundo de la provincia de la Pampa, es Ingeniero Civil. Su pasión por conocer, estudiar, recopilar y difundir la historia argentina (particularmente del siglo XIX), nace al descubrir una versión que en sus diversos matices, difiere de la historia oficial.
Realiza una importante contribución en la difusión histórica en distintos medios.
Es fundador y editor del sitio de internet La Gazeta Federal donde redacta y recopila información histórica.
Es autor de los siguientes libros: "Juan Manuel de Rosas. Sombras y verdades", "Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden", "Guerra del Paraguay. La triple alianza contra los países del Plata", "Invasiones Inglesas 1806-1870", "Historias de La Pampa", "Soy federal. Artigas, Rosas y Francia. La Linea federal", "Guerra imperialista de la Triple Alianza contra Paraguay. Desde Trafalgar hasta Cerro Corá", "¿Quien inventó el dulce de leche. Debate histórico".
Estos libros pueden adquirirse a través del correo electrónico:
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